11/12/10

El oficio

Está todo oscurito. Ahora se ve un reflejo: el de la compu de Julián L. En medio de la humedad y los mosquitos, sobrevive este periodista que escribe sin pausa para varios medios del mundo. La poderosa luz de la pantalla le quema los ojos café, pero él sigue. Su cabeza vuela a la velocidad que se envía y recibe un e-mail. De pronto se detuvo. Toma agua tónica y por un momento mira hacia sus adentros, a manera de videoclip pasan por su mente los mejores momentos de su carrera. Mientras tanto, los rústicos muebles del living son testigos de su faena y no dicen nada. Sólo se animan a crujir cuando todos duermen. También aparecen como ráfagas, los recuerdos de cuando fue víctima y también cuando no le quedó otra que ser cómplice.
Abre nuevamente sus ojos cansados para distraerse con un video porno amateur. Se calienta y piensa en su mujer. Ya está, listo. Vuelven a sonar las malditas teclas, añorando el aroma a tinta que impregnaba las viejas redacciones. Esto demuestra que puede dividir su ser en dos: una parte se queda arraigada en ese pasado que fue mejor y la otra parte avanza quien sabe hacia donde. En una pelea sin igual, su presente y su pasado intentan dominar la totalidad de Julián L. Y otra vez esa maldita pregunta que se hace carne en los inseguros: ¿Soy feliz?... Se sumerge en un océano de pensamientos negativos, bien hasta el fondo porque no le gustan las medias tintas. No quiere salir a flote para tomar aire, su deseo es bucear en sus miserias y hallar la respuesta. El cofre está tapado de viejos rencores, se hace difícil buscar la pedorra llave de la felicidad. Por suerte lo rescata su mujer, prende el velador y todo vuelve a la anormalidad.

No hay comentarios: